sábado, 17 de enero de 2009

Qué pena... ¿no?

Sí, cuando lo pienso me da pena. Y no me refiero al desastre de presentación del carnaval en Madrid (y sobre todo el bochorno que nos ha hecho pasar a todos los gaditanos el gaditano por excelencia Ismael Beiro, aquél que consiguió tal honor ganando un reality show, y tenemos a otros gaditanos de pro repartiendo Cádiz por toda Andalucía y por toda España que lo merecen más que él, que además, permitidme la expresión, tiene mucho "malaje"). Es cierto que es una pena, pero no me refiero a eso.

Me he levantado esta bendita mañana de sábado de Pestiñá recordando en una imagen que ví ayer en el blog de mi amigo Plectrum, y me he puesto a pensar. ¿Dónde han quedado esos tradicionales pasacalles, luciendo tipo por Cádiz, disfrutando de ese momento único que el carnaval y el concurso te brinda? En ese momento te crees dueño y señor de Cádiz, todo el mundo levanta sus persianas, se asoman a los balcones o detienen su apresurado caminar (que voy tarde, que tengo que comprar unos mandaitos) para ver el bonito, lujoso, vistoso o chirigotero disfraz de la agrupación que camina rumbo al coliseo. En ese momento te olvidas de tensiones, los nervios se esfuman en cada baquetazo, en cada bombazo, en cada paso que vas dando. ¿Dónde ha quedado eso? Ese nervio al asomarte por cualquier calle aledaña al Falla y ver sus ladrillos coloraos alzándose al cielo, ese suspirito diciendo "ya estamos aquí". ¿Dónde lo hemos dejado? ¿Tan en serio nos tomamos el concurso? Si los viejos del carnaval levantaran la cabeza desde luego se sorprenderían (para mal, por supuesto).

Recuerdo grandes pasacalles. Todavía recuerdan en Cádiz el majestuoso pasacalles del coro Der cuarto reich. Abría el desfile el pendón de Cádiz portado por un artillero. Les seguían los tambores, tras ellos los aviadores, los mariscales, la marina y la artillería, todos desfilando al paso y portando al hombro un plumero cargado. Recuerdo verlo venir por el callejón del Tinte. Maravilloso. ¿Y qué me dicen del lúgubre desfile de Los desoterraos? Unas momias en silencio avanzando hacia el Falla por Bendición de Dios, con lanzas alzadas, espadas, escudos, antorchas encendidas y portando el sarcófago. Cuentan que una señora salió corriendo porque cuando los vio venir creía que se trataba de una secta. O qué me dicen del entrañable y valiente pasacalles del coro Entre pitos y flautas, aquel famoso día 23 de febrero de 1981. Mi amigo plectrum en su blog (lo podéis encontrar en la lista de blogs la derecha de esta página) cuenta el por qué de entrañable y valiente pasacalles. Esta es la imagen que me hizo pensar esta bendita mañana de sábado de pestiñá.




En nuestros días pocas son las agrupaciones que siguen haciendo este tradicional gesto de maestría y señorío (porque no deja de ser eso, un gesto de maestría, señorío y clase). Si no me equivoco Manolín Gálvez es uno de los pocos que lo sigue haciendo. Qué pena... ¿no?

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